Director:
Christopher Nolan
Elenco:
Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain
En el cine, los viajes al espacio no son novedad; sin embargo, cuando se
ve una película como Interstellar se cambia la
perspectiva que se tiene del espacio, e incluso, del cine.
Christopher Nolan cautivó con trabajos como Inception y la trilogía
de Batman, en la primera, nos ofreció una perspectiva diferente no sólo de las
ciudades sino de lo que creemos que es la realidad. Luego, en su antología
sobre el héroe murciélago, nos mostró como ningún otro a personajes de gran
profundidad y con conflictos absolutamente humanos.
El mérito de Interstellar es reunir esas cualidades: visualmente, cada uno
de sus 72 minutos filmados en IMAX resulta apantallante; también, la trama nos
mantiene cautivos a cada minuto, y sobre todo, a diferencia de tantas otras
películas y secuelas de gran presupuesto, se incluye una historia sostenida por
personajes tridimensionales que resultan entrañables.
Por si fuera poco, Nolan se da el lujo de adentrarnos en teorías físicas
como la relatividad y la de los agujeros negros en el espacio, basadas en las
teorías reales del físico Kip Thorne.
Me resulta increíble la capacidad de este cineasta, junto con su hermano
Jonathan Nolan, de haber construido un guión que reúne una trama
que resulta un reto intelectual, y que al mismo tiempo y en sincronía,
conmueve profundamente (gracias a las actuaciones de Matthew McConaughey, Anne
Hathaway y Jessica Chastain).
He de decir que si bien no consideraba malo a McConaughey, la actuación
por la que ganó el Oscar el año pasado no me sorprendió demasiado; ahora
ocurrió lo contrario al darle vida a un padre conflictuado por su pasión por el
espacio y la sensación que le genera dejar atrás a sus hijos, sobre todo a su
pequeña de 10 años, Murph, a quien no puede prometerle una fecha de regreso.
Hace varios años me vi enternecida por la relación entre padre e hija
que interpretaron Bruce Willis y Liv Tyler en Armageddon, hoy, a 16
años de distancia de ésa, la primera película en la que derramé algunas
lágrimas, volví a experimentar ese hueco en el estómago y ese gran nudo en la
garganta que acompañan aquí las escenas entre este padre que tiene que dejar a
su pequeña, nuevamente, para intentar salvar a la humanidad.
Ahondar sobre la trama de la película sería arruinar un poco la
experiencia, pues está llena de sorpresas que se van descubriendo poco a poco;
sin embargo, sí diré que Interstellar es una película de
muchas capas, y que bloque a bloque se van destapando; mostrando nuevos
conflictos o nuevas posibilidades.
Además de los actores mencionados, esta cinta cuenta con un ensamble que
incluye a actores como Wes Bentley, Michael Caine, Casey Affleck, Ellen Burstyn
y Matt Damon, quienes enriquecen aún más la trama y quienes le suman, o les
restan, a los protagonistas.
El viaje de Cooper (McConaughey) y
Brand (Hathaway) a otras galaxias está además acompañado de una
impecable fotografía, de Hoyte Van Hoytemaa; de precisos efectos especiales, de
un cuidado diseño de producción, y para mí, otro de sus mejores atributos, de
la atinada partitura de Hans Zimmer, quien en cada nota nos hace sentir cómo se
eleva el pulso de los personajes, junto con el nuestro.
Aprendí mucho de esta película; no sólo de teorías físicas o de los
alcances que puede tener una cinta de gran presupuesto, sino que a veces las
cosas más sencillas son las que más debemos atesorar; que el tiempo es relativo
y cambiante; pero también, que hay algo intangible que tiene la capacidad de
trascender al tiempo y el espacio: el amor, el amor como fuerza que mueve a la
gente, al universo.
Es increíble que en medio de una misión especial, que tiene lugar a
miles de kilómetros de distancia y con tantos efectos especiales de por medio,
nos podamos sentir tan cercanos a estos personajes, pero ese es el principal
mérito de Interstellar: ser increíble.